El rincón violeta

Intimidación

Dijeron los jueces de la Audiencia Provincial de Navarra y del Tribunal Superior de Justicia de Navarra acerca del caso de la Manada que no hubo intimidación.

Soy criminóloga, gracias a lo cual pude llegar a entender cómo se han estructurado estas sentencias, sus bases, sus argumentaciones jurídicas, el peso de cada prueba. Pero también soy psicóloga y conozco las múltiples reacciones que puede llegar a tener una persona en una situación en la que ve peligrar su integridad. Mi yo criminóloga también percibe el proceso de revictimización al que se ha visto sometido la víctima, multiplicado por los miles de ecos que ha tenido un caso tan mediático. Mediático por fortuna para el feminismo y el agitamiento de conciencias, pero no para ella. Pienso mucho en ella y deseo cada día desde que conocí este horrible hecho, que todo el apoyo que tiene le alivie al menos en parte el durísimo proceso por el que está teniendo que pasar.

 

 

Soy mujer y se me abren las carnes al comprobar cuán alejado puede llegar a mantenerse el discurso jurídico de la realidad social y del conocimiento de procesos básicos para el ser humano como son el sexo o las relaciones hombre-mujer en general. Algo que ya conocía por el proceso al que se somete a la víctima en casos de violencia de género (mucha ley de igualdad, pero falta de manera escandalosa formación a quien trabaja estos casos en juzgados y comisarías), y por la lectura de sentencias absolutorias a agresores, por falta de pruebas.

¿Cómo probar en sala que surgió el miedo? ¿Cómo probar la intimidación? Que me diga el lector si sólo ha sentido ambos tras un bofetón.

Yo me siento intimidada muy a menudo, forma parte de mi yo mujer, y lo tengo tan interiorizado que me cuesta darme cuenta y señalar los momentos en los que surge dicho sentimiento. Pero he hecho el esfuerzo: he aquí varios ejemplos.

Me siento intimidada cuando vuelvo a casa de noche, ya no hay autobuses que me acerquen a mi calle y ando por calles cuyos comercios tienen ya el cierre echado. Cualquier ruido hace que entre en modo supervivencia.

 

Me siento intimidada cuando, aún en mitad del día y rodeada de gente, viene de frente un grupo de chicos/hombres que se han percatado de mi presencia.

Me siento intimidada en el contexto laboral cuando compañeros o superiores hacen alusiones a mi físico o a mi vestimenta.

Me siento intimidada cuando un varón con el que no tengo confianza invade mi espacio personal o incluso me toca, puesto que ya he comprendido que está dejando clara su escaso respeto hacia mi persona.

Me siento intimidada cuando por diferentes vías, varones me han hostigado a pesar de haberles dicho, por pasiva (bloqueos, eliminación de redes sociales, mensajes ignorados) y activa (sí, cuando no es cara a cara soy más valiente) que no deseaba mantener contacto con ellos.

Me he sentido intimidada con parejas que han desplegado un abanico de halagos, agasajos y hasta chantajes emocionales de los que me he dado cuenta (tarde) que tenían como fin determinada práctica sexual que no deseaba.

 

 

Me siento intimidada de sentarme en transportes públicos cerca de chicos que se han relamido al verme entrar. No me han dirigido la palabra ni realizado ninguna acción, pero me ya me han provocado estar de ese modo.

Me siento intimidada cuando se me ofrece una relación sexual que no deseo, porque son muchas las ocasiones en que mi negativa me ha provocado problemas.

Cuántas sonrisas no habré arrojado fruto de una situación intimidante, con la intención de escapar sin conflicto.

La intimidación es espontánea, subjetiva, personal, aparece en distintos umbrales en distintos momentos, y su demostración también es múltiple. Si cinco hombres llaman a mi puerta y consiguen que les abra mediante argucias, y una vez en el umbral me indican muy amablemente que vienen a robar la casa, probablemente su mera presencia me intimidará tanto que evitaré poner resistencia para que aquella situación termine de la forma más ventajosa para mí.

Afortunadamente, el Tribunal Supremo ha interpretado los hechos de forma más cercana a la realidad de lo que las mujeres sentimos. Al menos me queda ese consuelo a toda esta locura.

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