Reflexiones

La buena educación también se demuestra en whatsaap

Llamadme rara, pero en los tiempos que corren cada vez le doy más valor a que las personas demuestren una buena educación. Y no me refiero a que me abran la puerta y me dejen pasar primero, o me retiren la silla al sentarme, no. Dejemos las galanterías de otros siglos a un lado. Me refiero a aspectos básicos como el saludar, contestar cuando se te pregunta, dar las gracias o despedirte. No parece muy difícil, ¿verdad? Pues amigas, cada vez se obvian más este tipo de comportamientos, tan básicos para mantener una cordialidad en las relaciones entre seres humanos y que no se declaren más guerras.

Un aspecto que me tiene especialmente en shock es que, si a veces se olvidan estos detalles en persona, en whatsaap ya la cosa es preocupante. Llamadme loca, pero yo cuando inicio una conversación con alguien, comienzo saludando. ¿O vosotros llegáis a la oficina y sin dar los buenos días le empezáis a contar vuestro fin de semana a vuestro compañero? Seríais un poco apabullantes si lo hicierais, ¿no? A nadie se le ocurre llegar a la panadería exigiendo unos pasteles sin haber dicho ni mu a quien esté detrás del mostrador… Pues así debe de ser también cuando hablamos vía móvil. No cuesta dar un buenos días, un “hola, ¿cómo estás?” antes de soltar la parrafada de turno.

 

 

Me hacen especial gracia (o me cabrean sobremanera, según me pille) la gente que inicia conversaciones y te deja a medias. Sí, como un gatillazo con pantalla de por medio. Estáis hablando de cualquier cosa, de una manera fluida, con ritmo y reciprocidad, y de repente desaparecen. Y no vuelven: no te quedes esperando una excusa o explicación, porque pasarán las horas y no la habrá. A mí me gusta imaginar que has invitado a esa gente a tu casa a tomar café, y de repente, sin motivo aparente, se levantan de tu sofá y salen por la puerta mientras tú estás contándoles algo. Muy loco todo.

 

Una versión peor de este tipo de gente son aquellos que inician la conversación saludando (bien) te preguntan algo cortésmente (maravilloso) pero desaparecen a la segunda frase. Esto vendría a ser como que suene el timbre de tu puerta, abras y estén ahí delante, sonrientes, pero que no te dé tiempo a invitarles a pasar porque se dan media vuelta y se marchan sin explicarte a qué se debía la visita.

 

Los hay que acumulan todas estas faltas de educación de una vez: te escriben directamente su duda y/o petición, te tragas el malhumor que se te pone por las maneras y les resuelves, y se desconectan sin darte ni las gracias. Una, que sí es educada, no les deja nunca en visto. Pero ganas me dan.

Relato publicado originalmente en Weloversize

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